"En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo
en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba
a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a
Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos
en el albergue."
Comentario:
El censo ordenado por César Augusto obliga a José "de la casa y familia de David" y a María a
dirigirse a la ciudad de David llamada Belén.
Las circunstancias en que se realizan el viaje y el parto, nos presentan una situación de
austeridad y pobreza que permiten vislumbrar algunas características fundamentales del reino
mesiánico: un reino sin honores ni poderes terrenos, que pertenece a Aquel que dirá de sí
mismo: "El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza".
La descripción del acontecimiento del parto, presenta a María participando intensamente en lo
que se realiza en ella. La acción de la Virgen es el resultado de su plena disponibilidad a
cooperar en el Plan de Dios.
La Sagrada Familia vive la experiencia del parto en una situación de suma pobreza; María debe
acostar a Jesús en un pesebre; una cuna que contrasta con la dignidad del Hijo de Dios.
El Evangelio indica que "no había sitio para ellos en el albergue"; así Jesús es "rechazado por
los suyos" y "recibido por los pastores" a quienes Dios eligió para ser los primeros
destinatarios de la buena nueva del Nacimiento del Salvador.
En el Divino Redentor, contemplado en la pobreza de la cueva de Belén, se puede descubrir una
invitación a acercarse con confianza a Aquel que es la Esperanza de la humanidad.